"Colombia vibra al ritmo de su legado musical: Un viaje por 150 discos que destacan a Shakira, Karol G, Grupo Niche y más" | EL PAÍS América Colombia
Una pregunta común que surge cuando Jaime Andrés Monsalve (Manizales, 50 años) recibe visitas en su hogar es: ¿cuántos discos posee? La respuesta, aunque con algunas variaciones, siempre conduce al mismo destino: no lo sabe. Al observar sus estantes y hacer cálculos, estimaciones y alguna multiplicación, la cifra aproximada rondaría los 7.200. No es un número exacto, por supuesto, ni tampoco definitivo, ya que tiene discos apilados en una mesa, en canastas y organizados de manera improvisada en los rincones. Además, esta cifra no incluye los CD, que ocupan toda una pared en un pasillo. En ese espacio, donde si los objetos pudieran vivir, los muebles tendrían que solicitar permiso a los discos para entrar, reside Monsalve, periodista, jefe musical de la Radio Nacional de Colombia y poseedor de un vasto conocimiento sonoro enciclopédico que le ha permitido redactar *En surcos de colores* (Rey Naranjo Editores), un libro que compila los 150 discos fundamentales de la historia de Colombia.
En un principio, el encargo era hacer una selección de 100 discos. Pero, para Monsalve, eso habría sido una injusticia absoluta. “Con 150 es apenas una injusticia. Ya 200 hubiera sido algo medianamente justo”, dice, sentado en el salón de su apartamento en Chapinero, el nervio de Bogotá. Esa injusticia lo llevó a dejar fuera de la selección a artistas como El Caballero Gaucho, Lisandro Meza o Los Latin Brothers. Aunque intenta remediarla con unas recomendaciones adicionales que anexa a las reseñas de los discos. Entre los artistas que sí clasificaron hay varios que gozan de fama actual: Shakira, Karol G, Juanes, Carlos Vives, Diomedes Díaz… otros tantos que oscilan entre los clásicos y los casi desconocidos: Rodolfo Aicardi, Grupo Niche, Lucho Bermúdez, Pelón y Marín, Obdulio y Julián, o Silva y Villalba.
La elaboración del listado, basada en su conocimiento, en las recomendaciones de amigos y expertos, o en los recuerdos de los discos que siempre estuvieron en las casas de los padres y los abuelos, fue el primer paso del trabajo. Ya entonces intuía un viaje infinito por decenas de géneros: cumbia, vallenato, boleros, baladas, bambucos, rock, pop, rap, reguetón… Entre esa exploración y la redacción de cada una de las reseñas ―elaboradas con la intención de que fueran diferentes, y de las cuales lograba escribir tres del tirón si el tiempo y el aliento estaban de su lado―, el alumbramiento de En surcos de colores llegó tres años y medio después de su concepción.